MARZO 2024 | NO 03

MARKET INSIGHT – Marzo 2024

MARKET INSIGHT

El análisis mensual de Prime Partners sobre la actualidad económica y los mercados financieros mundiales

Resiliencia y prudencia

La temporada de resultados del cuarto trimestre de 2023 está llegando a su fin y, una vez más, las publicaciones han sido en general buenas. Las cifras comunicadas y las «orientaciones» dadas por los altos directivos han confirmado de forma regular una serie de tendencias que venimos observando desde hace muchos meses.


La economía estadounidense sigue funcionando plenamente, lo que hace dudar a los inversionistas de la posibilidad de un aterrizaje suave en los próximos meses. Sin embargo, esta fortaleza sigue debiéndose principalmente a los excelentes resultados del sector servicios, a pesar de que la actividad industrial está claramente en recesión. Más aún en Europa que en Estados Unidos, los sectores industriales están a media asta, con Alemania a la cabeza. El elevado nivel de los tipos de interés, unido a unas tasas de crecimiento mucho más bajas, está teniendo un mayor impacto en los países del viejo continente.


En fin, es difícil no mencionar el elemento tecnológico, en el que los resultados de algunas megacapitalizaciones del sector, lideradas por Nvidia, demuestran ya claramente que hemos entrado en la era de la inteligencia artificial y que esta revolución se está produciendo principalmente en suelo estadouniedense, generando ya ingresos considerables en determinados sectores (semiconductores).

Si nos ponemos en el lugar de los banqueros centrales, los tiempos que vivimos tienen algo de irónico, en particular si pensamos en la Reserva Federal de Estados Unidos. Tras aplicar una de las restricciones monetarias más rápidas de la historia del mundo desarrollado con el fin de combatir la inflación, los grandes tesoreros estadounidenses se encuentran ahora con datos economicos que muestran regularmente que la economia estadounidense resiste con creces, e incluso se ha adaptado a un entorno monetario restrictivo tras más de diez años de «dinero fácil», que tuvieron su punto culminante en los años de Covid, cuando «se abrieron todas las válvulas».

Como ya se ha mencionado en esta nota mensual, las razones de este fenómeno son bien conocidas, y no se trata de un milagro económico. La política monetaria restrictiva ha coincidido acertadamente con una política fiscal expansiva aplicada por el gobierno de Biden. Además, la aceleración de la transición energética y la llegada de la inteligencia artificial también han contrarrestado los efectos de «enfriamiento» de la subida de las tasas de interés sobre la economía estadounidense. El resultado es una situación envidiable para Estados Unidos, donde la inflación disminuye fuertemente desde hace varios trimestres, sin perjudicar la dinámica económica del país, con un boyante mercado laboral que sigue ofreciendo un fuerte apoyo al consumo.

Si nos ponemos en el lugar de los banqueros centrales, los tiempos que vivimos tienen algo de irónico

Sin embargo, a medida que febrero se acerca a su fin, debemos tener cuidado de no dar por sentado este magnífico mecanismo. El reciente aumento de la inflación en Estados Unidos muestra que las últimas etapas hacia el objetivo del 2% de la Reserva Federal no serán fáciles. Más que nunca, los tan esperados recortes de tipos no se harán a la carrera, y su activación estará supeditada a la llegada de cifras económicas que confirmen que ha llegado el momento de empezar a relajar el control monetario. En otras palabras, Jerome Powell y sus acólitos tendrán que estar un poco más seguros de lo que están ahora respecto a la distensión del mercado laboral y de los precios, y ello tanto desde el punto de vista del consumo como de la producción.


Europa, por su parte, apenas cuenta (y poco) con el apoyo de un sector tecnológico en plena efervescencia, por lo que está sintiendo de lleno la recesión industrial a la que se enfrentan las economías de varios de sus miembros, con Alemania y Francia a la cabeza. Christine Lagarde se encuentra en una encrucijada entre el posible deseo de no adelantarse a la FED a la hora de iniciar una bajada de tasas y una ralentización económica que tampoco conviene dejar que se prolongue demasiado. La única buena noticia es que la inflación parece haberse contenido en gran medida y que los temores energéticos de 2022 han quedado atrás.

Por último, unas palabras sobre la economía china que, a pesar de algunos signos recientes de mejora (o más bien de no deterioro suplementario), parece aún sumida en una crisis inmobiliaria y potencialmente bancaria en estado latente. Por el momento, las medidas gubernamentales parecen demasiado tímidas o equivocadas, lo que no permite ni al consumidor chino reactivar la máquina económica ni a los inversionistas extranjeros sentirse lo bastante confiados como para volver.

En general, y contrariamente a lo que sugieren algunos titulares, no creemos que el mercado de acciones se esté engañando a sí mismo en los niveles actuales, aunque ahora reconozcamos que está algo caro. Los máximos históricos que observamos en varios índices no son necesariamente anunciadores de una corrección inminente (los datos históricos apoyan poco este tipo de teoría), sino más bien una indicación de que el juego se está volviendo más fino y los errores más costosos. Las recientes publicaciones de resultados no han perdonado a las empresas cuyas cifras han sido consideradas decepcionantes por el mercado, y lo mismo ocurre, si no más, cuando las perspectivas defraudan.

Esta «discriminación» entre buenos y malos resultados es más bien reconfortante, y aunque sigue siendo preocupante que la subida del índice S&P 500 en los últimos cuatro meses se haya concentrado fuertemente en algunas megacapitalizaciones del sector tecnológico, de las cifras recientemente publicadas por estas empresas se desprende que coincide con un crecimiento de sus ingresos, así como de sus perspectivas, que califican de buenas, cuando no de excelentes. Por lo tanto, debemos ser prudentes tanto en términos de diversificación como de selección de valores, sin dejarnos llevar por temores excesivos.


El inminente final de la temporada de resultados volverá a centrar la atención en las noticias macroeconómicas y, por supuesto, en la actitud de los banqueros centrales. También en este caso, creemos que es un buen augurio que las expectativas del mercado en cuanto a recortes de los tipos de interés este año estén ahora más en consonancia con el discurso de la FED. Esto deja menos margen para la decepción y ajusta el sentimiento del mercado a la realidad de los datos económicos de los que dependen los banqueros centrales para actuar.

El inminente final de la temporada de resultados volverá a centrar la atención en las noticias macroeconómicas

Por lo que respecta a los bonos, es evidente que el actual entorno de tasas de interés elevadas, y sobre todo su posible prolongación, no es muy favorable para esta clase de activos. Desde esta perspectiva, el componente de renta fija de nuestras carteras sigue incluyendo vencimientos muy cortos, sobre todo en dólares. También observamos el buen comienzo de año para los productos de alto rendimiento, cuyos emisores subyacentes se están beneficiando, entre otras cosas, de la fortaleza de la economía estadounidense. De forma general, al igual que en el caso de las acciones, nuestro enfoque de los activos de renta fija hace hincapié en la diversificación de las estrategias seleccionadas y en la importancia de efectuar un sólido análisis crediticio en la selección de los emisores individuales, en un momento en que el prolongado periodo de tipos de interés elevados está poniendo a prueba los balances más frágiles.

En fin, tras los dos primeros meses del año, que consideramos buenos en términos de rentabilidad de nuestras asignaciones, es importante recordar el interés de estar invertidos en una clase de activos con una capacidad demostrada para descorrelacionarse de los mercados de acciones. Así, las estrategias alternativas (long/short) que mantenemos y nuestra exposición al oro siguen siendo atractivas, ahora que nos adentramos en un periodo de algunas semanas en el que las noticias macroeconómicas y los discursos de los banqueros centrales deberían volver a cobrar protagonismo.

Por último, aparte de estas consideraciones del mercado, también es importante mencionar que el clima geopolítico está lejos de mejorar en 2024. El estancamiento del conflicto armado en Ucrania y la continuación de la guerra entre Israel y Hamás dejan poco margen a la esperanza de una tregua este año. Tenemos presente que estas dos situaciones, además de su potencial de escalada, son vectores de volatilidad para los mercados financieros, en particular a través de los precios de la energía. Además, como hemos mencionado varias veces en los últimos meses, es probable que las elecciones estadounidenses adquieran una importancia creciente a medida que avance el año, con posibles turbulencias, en función una vez más de los sondeos y de las futuras declaraciones.

Concluimos esta nota como lo sugiere el título. La resiliencia de la economía estadounidense no es una quimera, y los niveles actuales de los índices de acciones son un justo reflejo de ello. Se trata, pues, de seguir sacando partido de ello en nuestras asignaciones, sin olvidar en los próximos meses los elementos clave de valoración, diversificación y, por supuesto, sentido común. ¿La prudencia no es acaso la madre de la seguridad?